Te veo, me provocas. Busco estar a solas contigo, mientras veo como sonríes pícara mientras que con la mirada me diriges a otro lugar. Te sigo, casi como en un juego, descubriendo a través del sonido y los rastros que me dejas el lugar en el que te esconde.
Prendas de ropa van a apareciendo en el suelo y el sonido de mi corazón llega rápido a mis oídos, ensordeciendo el resto de cosas, como si no hubiera nada más en el mundo que mi corazón, yo y tu rastro.
Me encuentro contigo, por fin a solas, apenas sin tela entre nuestra piel y suspiro antes de respirarte por primar vez, buscando el oxígeno que escondido en ti, necesita mi cuerpo.
Duele cuando no estás delante, duele cuando estoy a solas, duele no tenerte a mi lado, no acariciar tu piel, no descubrir tu cuerpo una vez más.
Otra vez, otro momento, el sonido de labios que se pegan y despegan, un gemido casi susurrado, un amor que se esconde, que quiere ser privado, un amor sólo para nosotros dos.
Tinta en los dedos 